martes, 12 de mayo de 2009

Economía sobrevirada y otras ocurrencias

Ya he hablado anteriormente de la crisis y de falsas soluciones, pero tenía algunas ideas más que pueden ser interesantes:

Compararía la crisis como una situación en la que un conductor entra demasiado rápido en una curva. Tendría que haber reducido velocidad antes, pero es tarde para lamentarse.
Si el conductor trata de sobrevirar, las ruedas derrapan y perdemos el control del vehículo.
Si el conductor frena, perdemos el control del vehículo.
Tampoco es bueno acelerar, pero sí que conviene mantener la velocidad.
La idea es controlar con suavidad el vehículo. Si el vehículo derrapa jamás sobrevirar, si no hacer contravolante (aunque sea aparentemente contradictorio) para recuperar la tracción. No frenar (aunque pueda parecer contradictorio), y actuar juiciosamente con el acelerador (que no se nos vaya demasiado el centro de gravedad hacia adelante).

Las conclusiones buscadas en esta comparación son que la economía debe de conducirse con prudencia (primero haber calculado mejor las distancias y haber reducido mejor), esto sería haber diversificado y reducido endeudamiento (anticipándose a los demás) antes de que estallara la burbuja. Por ejemplo en España los grandes bancos y algunas grandes constructoras han ido tomando posiciones más moderadas los últimos años, mientras que algunas entidades menores han entrado a todo gas y tienen mal remedio.
Después está el tema de la suavidad. Si las leyes y las políticas de un gobierno funcionan de determinada manera, suele ser mala idea dar un bandazo, porque puede perjudicar a quienes dependan de ello, causando un efecto dominó. Por ejemplo cuando en el año pasado, a causa del repunte de la inflacción se subió agresivamente el euribor, se perjudicó gravemente a quienes dependían de tipos de interés bajos (inmobiliarias, nuevos compradores).

Mención aparte merecen los funcionamientos paradójicos de algunos elementos en algunas circunstancias (como el contravolante). No debería servirnos de excusa para que cualquier elemento funcione como nos dé la gana en cualquier circunstancia. Debe servir de aviso y de invitación a comprender mejor el funcionamiento de las cosas, y sus comportamientos extraños.

Yo lo aplicaría el funcionamiento paradójico al uso del dinero público. Abusar del dinero público tiene el inconveniente de que genera un tejido parasitario en la sociedad (que en lugar de tirar del carro, pone el cazo, ya que no les es posible lo primero donde están, y su subsistencia depende de lo segundo). Por ejemplo imaginémonos un conjunto de obreros dedicados a la construcción de obras públicas superfluas, que no se buscan otro trabajo porque no están mal donde están, pero que se oponen fieramente a la idea de que alguien comprometa su sustento.

Supongo que lo sabio sería utilizar justamente el déficit necesario para evitar que el "coche" derrape (por ejemplo, si tenemos un sector competitivo, como el del automóvil que por circunstancias transitorias tiene problemas serio, interesaría mantenerlo a flote.

Sin embargo, como sucede en cualquier situación, todos quieren arrimar el ascua a su sardina. Las patronales dicen que hay que flexibilizar el mercado laboral, los sindicatos dicen que hay que blindar los trabajos y los sueldos, los bancos dicen que hay que inyectar dinero barato en el mercado. El mundo académico quiere dinero para investigación... Si no tenemos cuidado por contentar a todos podemos acabar no satisfaciendo a ninguno.

A mí aparte la aplicación del dinero público me da el temor de que se puede aplicar en beneficio de los amigos de los que gobiernan y de los espabilados de turno, y que no llegue a quien realmente lo necesita. Es una situación siniestra de primar a quien pone el cazo.
Sin embargo, a quien tira del carro, quien realmente generaba valor antes, y trata de seguir generando valor ahora, se le penaliza con mayores impuestos. Al final el éxito profesional acabará dependiendo no tando de la capacidad personal, si no de la adaptación a un sistema económico alterado.

Cabría pensar que si la Gran Depresión fue lo que fue, tan larga, pudo deberse a una política económica incorrecta que hoy pretenden aplicar de forma más agresiva, una política que inhibe la capacidad del mercado de autosanearse.

Un factor determinante a la hora de utilizar el dinero público (como cualquier dinero) es la rentabilidad marginal. Cada inversión tiene una rentabilidad. Si construimos una infraestructura, si formamos un operario, estas inversiones tienen un periodo de vida y un rendimiento a lo largo de este. Conocidos o estimados éstos datos podríamos calcular la Tasa de Rentabilidad Interna de esta inversión. Naturalmente los primeros euros trataremos de aplicarlos en las inversiones más rentables, y de forma ordenada iremos aplicando a las inversiones mejores que vayan quedando disponibles. La rentabilidad marginal sería la que obtendríamos del siguiente euro que aplicáramos.

Por otro lado, el dinero público no sale de la nada. Tiene que aportarlo un trabajador o un inversor. De la misma manera que el estado, estas personas aplicarán su dinero a aquellas cosas que le aporten mayor satisfacción o mejor rendimiento. Cuanto más dinero les tasemos, la rentabilidad marginal que les sustraigamos será mayor.

El punto ideal estaría donde la rentabilidad marginal del dinero público empleado sea igual a la rentabilidad marginal del dinero que deja de ser privado. No obstante todo esto resulta muy borroso porque muchas rentabilidades dependen de factores muy subjetivos y hasta paradójicos (¿Qué prefieres: 300 gramos de chuletón hoy, o 315 gramos de chuletón dentro de un año?)

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